EL INDULTO COMO ARMA POLÍTICA

Un amigo acaba de ascender una cima de más de 2.000 metros. Comparte su hazaña deportiva en redes sociales y alguien le pregunta si a esa altura es posible ver a Dios. La respuesta es un estruendoso silencio. Me pregunto si los 62 militares españoles que perdieron la vida en otra cumbre de esa altitud, el monte Pilav de Trabzon, en Turquía, consiguieron verle. El contingente regresaba a casa tras cuatro meses y medio de misión en Afganistán feliz y ajeno al destino que le aguardaba. Ellos velaron por nuestra patria en los confines del mundo y, aquí, nadie se había preocupado de velar por ellos. Han pasado 18 años y aún persisten incógnitas. Hubo errores en la identificación de los cadáveres, prisas por acelerar el funeral, comisiones nunca aclaradas y denuncias previas por falta de seguridad del avión extraviadas. Una chapuza. Curra Ripollés, hermana de una de las víctimas, me recuerda que se dejó de identificar a 30 cuerpos. Los restos fueron repartidos de forma aleatoria entre las familias. Los tres médicos involucrados ni siquiera eran forenses. El Gobierno, del PP, acabó indultándoles.

El indulto existe desde hace siglos. Su antecedente, la provocatio ad populum, lo encontramos en época del Imperio Romano y, según el profesor Mattia Fiorentini, se caracterizaba por una estrecha conexión entre el derecho y la religión. Se trataba de una prerrogativa que otorgaba el Senado aunque, en ocasiones, para celebrar algunas festividades religiosas como la Pascua, se dejaba en manos del pueblo. Así fue como se libró Barrabás de la crucifixión en tiempos de Poncio Pilato, según los evangelios. Quien terminó en la cruz, por cierto, fue Jesús. Después de aquello, la historia nos sorprende con una larga relación de indultos. Durante la Segunda República, por ejemplo, Sanjurjo fue indultado por un fallido golpe de Estado. Tras regatear la pena de muerte se exilió en Portugal, donde insistió en su idea de derrumbar la República. No es que no hubiese arrepentimiento, es que instigó un nuevo golpe que cambió la historia de España para siempre. Dios se lo llevó antes de que pudiese ver finalizada su obra.

Mi abuelo materno era entonces un imberbe. Había nacido y crecido en una familia de posibles y, como muchos adolescentes, entendió que desobedecer a su padre suponía un acto revolucionario. Se afilió a un partido de izquierdas, se resistió a luchar con las huestes rebeldes y aquello le costó la condena a muerte. Gracias a un indulto puedo contarlo. El franquismo también tiene un largo historial de indultos. No solo a republicanos, rojos y masones, también a empresarios, como Jesús Gil, y destacados miembros de las élites del régimen. La prerrogativa siempre ha tenido fines políticos, muchos de ellos estrechamente relacionados con mantener privilegios. La impunidad en todo su esplendor. No obstante, siempre existen casos flagrantes que merecen la amnistía: por cuestiones humanitarias, por errores judiciales, por razones político-sociales o por retratar a una ley anquilosada. Aunque para antigua, la que regula el indulto en España, que data del siglo XIX.

No voy a entrar en el debate de si es pertinente o justo indultar a los condenados del procés. Solo diré que los españoles nos hemos dado unas reglas de juego y tenemos la obligación de respetarlas. La sedición y la traición son delitos graves en nuestro ordenamiento jurídico. Un golpe de Estado sin armas. Los independentistas catalanes pusieron en jaque a España cuando tenían otras vías políticas. El problema es que no disponían del apoyo necesario para sacar adelante el proceso. No es una cuestión de democracia, como se empeña el relato independentista. Si usted mañana coloca una urna en la plaza de su pueblo para votar la independencia de su barrio no acabará en prisión. El asunto catalán va mucho más allá de poner unas simples urnas. Entronca, incluso, con una malversación de caudales públicos.

El Supremo, en un informe no vinculante, sostiene que el indulto de los condenados por el procés sería “inaceptable”. De esta manera limita el alcance de la medida de gracia porque la ley impide conceder un indulto total en contra del tribunal sancionador. Gobierno y oposición se han enzarzado. La batalla será larga y tediosa. Amenaza con tensar la cuerda, que es lo mismo que dar alas a los extremismos. Como si se tratara del primer indulto que se hace. Como si gobiernos de uno u otro signo no hubiesen echado mano de esta medida excepcional para apañar esos asuntillos que trascienden a la esfera pública y que un juez pena, en contra de su criterio político. No es la primera vez ni la última, aunque quizás sería de agradecer que nuestros políticos fuesen de frente. De esa manera sería más fácil explicarlo.

Pedro Sánchez prometió que nunca habría indulto. Una decisión respetable. Viendo los acontecimientos de estos días, puede que nunca debiese hacer una promesa de tal calibre. Los mandamientos prohíben dar falso testimonio, pero todo buen cristiano sabe que una de las piedras angulares del dogma es el perdón. Pero con la Iglesia hemos topado. El problema no es que el presidente califique de revancha la aplicación de una sentencia dictada por un tribunal en un Estado democrático de derecho, sino que durante años se haya negado a tan evidente desenlace. Y ojo, puede que hasta sensato.

A veces, un gobernante debe erigirse en bombero y apagar fuegos. El incendio que asola Cataluña desde hace años necesita una respuesta poco convencional, pero sin subterfugios. Si recuperamos la paz social y la convivencia, bienvenidos sean los indultos. Se utilizaron para sofocar las llamas en otras ocasiones y los campos volvieron a florecer. Hubo indulto del Gobierno socialista para el golpista Alfonso Armada y el Supremo se mostró a favor de perdonar a Antonio Tejero, pese a ser reincidente y no estar arrepentido. Finalmente no sucedió. Lo hubo para Rafael Vera y José Barrionuevo, exministro de Interior de Felipe González, condenados por el GAL. Antes, una de las primeras decisiones de Aznar como presidente, fue indultar a 15 terroristas de Terra Lliure. Y Rajoy exoneró a cuatro Mossos d´ Esquadra por torturar y amenazar a un hombre detenido por error. La lista es larga: banqueros, constructores, terroristas y políticos.

A los agoreros que afirman que Sánchez quiere terminar con España les recomiendo repasar la historia. Desde 1996 se han concedido 10.652 indultos sin que se rompiera nuestro país. Ni PSOE ni PP están libres para tirar la primera piedra, así que todo el relato que construyan uno y otro solo es ruido. El execrable intento de sacar rédito político. Federico Trillo, ministro de Defensa durante el trágico accidente del Yak-42, no solo fue indultado, además se le premió con la Embajada de España en Londres. Hijo de un prolífico político franquista, Trillo ocultó que su departamento contaba con un informe que desaconsejaba volar en esas naves un mes antes de que ocurriese la desgracia. Por si fuese poco, Defensa extravió una nota informativa sobre las quejas recibidas de los aviones que transportaban a las tropas españolas. Quizás las contrataciones siguieron adelante porque la mitad de los pagos se lo repartían en comisiones seis intermediarios. Y para colmo, la instrucción en Turquía demostró que muchos restos ni siquiera fueron identificados y que se entregaron a las familias de forma aleatoria. Entiendo que Trillo tampoco pudo ver a Dios. Que nunca lo verá, pese a ser miembro supernumerario del Opus Dei. Ya se sabe: a Dios rogando y con el mazo dando.

La gracia del creador es infinita, pero las familias… las familias no han olvidado el sufrimiento, que este 26 de mayo cumple la mayoría de edad. Fatma Karahan, que también se marchó un mes de mayo, el de 2013, jamás pudo olvidar la tragedia. Nunca conoció a aquellos muchachos, pero veía sus caras cada vez que se asomaba a la ventana de su casa. Ella era la propietaria del terreno donde se estrelló el Yak-42. Antes de morir, y pese a contar con importantes ofertas económicas, decidió donar las cinco hectáreas del monte Pilav que poseía a las familias de las víctimas. Recordaba como acudían allí cada año para conmemorar el aniversario del accidente y depositar unas flores en el monumento que se erigió en su recuerdo. “Lloro con ellos en este suelo”, dijo la anciana antes de fallecer. Su único deseo era que las familias siempre pudiesen recordar a sus muertos en el lugar donde perdieron la vida. Quizás su hazaña le permitiera ver a Dios. Su ejemplo bien vale un indulto.

FOTO1: Federico Trillo durante la visita al lugar del accidente del Yak-42. / CHEMA MOYA (EFE)

FOTO2: Oriol Junqueras y Raül Romeva, acompañados de miembros de ERC, salen a pie del recinto penitenciario de Lledoners en enero. / ALBERT GARCIA

FOTO3: Rafael Vera se abraza a Felipe González a su salida de prisión ante la atenta mirada de José Barrionuevo. / J. MARTÍNEZ

Deja un comentario